10.12.07

Dos fantasmas en la derecha



El aniversario de la muerte de Augusto Pinochet ha casi coincidido con la muerte de la madre de Jaime Guzmán, de manera que estos dos íconos de la Derecha han salido nuevamente "a la palestra", como se dice.

La función "más allá" en política goza de buena salud. Aunque no esté explícitamente en el día a día, todos los partidos e ideologías basan buena parte de su anclaje en sus muertos. Cuando un partido o idea tiene suficientes padres fundadores velando por él o ella desde el más allá -un más allá religioso o laico, poco importa-, se puede decir que tiene historia. Y la historia es un capital político.
El devenir de Pinochet como espectro hasta el momento ha sido peor para él que cuando estaba vivo. Los ejercicios de nostalgia de este primer aniversario de su muerte se han centrado solamente en unos pocos veteranos reporteados con relativa indiferencia por la prensa. Las hordas de enardecidos partidarios del general que coparon el funeral parecen haber desaparecido.
Jaime Guzmán ha tenido una vida extraterrena más acogedora. A pesar de los 17 años que han pasado desde su asesinato, la Udi ha mantenido encendida la vela de su memoria sin avergonzarse por ello.
Para mí, simbólicamente, Guzmán es una suerte de Frei Montalva de la derecha. Para un sector que históricamente ha sufrido de graves problemas en el departamento de "estadistas" -esto, desde luego, para un partidario de Pinochet es una falacia-, Guzmán era desde siempre un tipo con visión mística del Estado y de la vida, a la manera que los íconos del pasado de la izquierda tenían. Se podría decir que Guzmán dotó a la derecha, y durante un tiempo al propio Pinochet, de una "misión", de un proyecto mesiánico a la manera, insisto, de los grandes proyectos de la izquierda. Si Jorge Prat había "despertado" a la derecha como idea, con Guzmán la derecha dejó de ser "conservadora" (de preocuparse por "conservar") y comenzó a ser proactiva.
Parte de su éxito misionero tuvo que ver con su personalidad: una mezcla de asexuado asceta, de nerd simpático, de árbitro de fútbol, de tenaz rival de Manuel Contreras y también de unas ideas antidemocráticas que Guzmán exhibía con impudicia, acaso con el convencimiento de que la democracia que el país requería era una ad-hoc. Tenía que ver también con su religiosidad católica especial, un magneto para jóvenes varones de derecha o de centro que encontraban en él un padre, un amigo, un hermano (el machismo en la derecha es un asunto aún no resuelto).
Sin Guzmán la Udi sería imposible y, para qué estamos con cosas, tal vez tendríamos una derecha sin agenda social alguna. Sin Guzmán, claro, acaso la transición a la democracia habría sido más democrática. Quién sabe. Unos asesinos lo mataron y nos dejaron sin resolver el dilema.
Como todo padre fundador, Guzman aún lucha por limpiar su imagen para poder pasar a la historia común. Por el momento, solo comulga la Udi con él.
Es muy pronto para determinar el valor simbólico de Pinochet. Pasaron veinte años de la muerte de O'Higgins para que alguna facción política lo reivindicara como propio. Supongo que en algún momento del futuro, si es que el sistema empieza a hacer agua en términos sociales y económicos, no faltarán los nostálgicos que verán el periodo de Pinochet como una suerte de Camelot necesario y repetible, que eventualmente salvará al país del caos. Eso aún no ocurre. Espero que no ocurra.

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